Etimología popular... ¿qué es eso?
¿Cuántas veces nos ha pasado que volvemos popular el origen de cierto término y después nos enteramos de que no era cierto? ¿Por qué sucede esto?
Conoce qué es la etimología popular y cómo funciona.
¿Qué es eso?
Como siempre, lo mejor es comenzar por el principio. La “etimología popular” no se trata de un término que sea conocido por todos, sino de enlazar incorrectamente un término y su origen.
De acuerdo con la RAE, la “etimología popular” es: “La interpretación espontánea que se da vulgarmente a una palabra relacionándola con otra de distinto origen. La relación así establecida puede originar cambios semánticos o provocar deformaciones fonéticas”.
Esto quiere decir que primero escuchamos o usamos una palabra y como no sabemos de dónde viene, creemos que viene de otra palabra que suena igual o de una que tiene un significado parecido, lo cual puede hacer que termine sonando diferente o adquiera un significado distinto.
La etimología popular tiene sus orígenes desde la misma creación del español, es un fenómeno que se ha perpetuado a través de los siglos y posiblemente siga sucediendo. Lo gracioso de este fenómeno es que podemos terminar adaptándonos a lo que creemos correcto y esto se vuelve “regla”.
Ejemplos que se perpetuaron
Parece mentira que algo incorrecto se vuelva norma después de ser usada por millones de hablantes, pero hoy en día tenemos un par de ejemplos muy interesantes.
El más conocido es cerrojo, que viene del latín verum, “hierro largo y delgado”. En los inicios esta palabra se usaba para una barra de hierro que cerraba las puertas y se utilizaba el diminutivo verulum que se convirtió, en español, a “verrojo”. Sin embargo, “verrojo” sonaba extraño y fuera de lugar, por lo que considerando que su función era cerrar, se convirtió en cerrojo, como lo conocemos ahora.
Otro caso particular es vagamundo. Es aceptado por la RAE y surgió porque son personas que vagan por el mundo, haciendo que el hablante no sintiera que “vagabundo” tuviera sentido. Este se formó por “vagus”, pasear ociosamente, y “bundus”, un sufijo común, como en meditabundo o furibundo.
Así como estos ejemplos puedes encontrar muchas palabras de las cuales creemos conocer su significado, cuando en realidad este surgió por una invención popular. Un caso muy conocido en México es “quesadilla”, la cual decían que procedía de quetzaditzin, en náhuatl, cuando ya se demostró que es imposible esta procedencia por la morfología de la palabra (o sea, sus componentes).
¿Por qué sucede?
¿Qué nos lleva a confundir los orígenes de esta manera? Como hablantes, nos gusta saber de nuestro idioma y en ocasiones lo relacionamos de manera incorrecta.
Aunque sucede por préstamos lingüísticos, palabras de otras lenguas que no nos parecen familiares o palabras autóctonas que se malforman y ya no encontramos su origen natural, sobre todo pasa porque necesitamos sentir que nuestro idioma nos pertenece, que tiene sentido, algo que no suele suceder porque no conocemos las derivaciones originales.
Y es que, en realidad, es nuestra forma de apoderarnos de nuestro propio lenguaje.
¿Y tú, has caído alguna vez en una etimología popular?